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domingo, 15 de abril de 2018

Las Lágrimas de Sasha - Capítulo Diez (Final)


Domingo.
Sasha se levantó temprano para fabricar el explosivo casero, gracias a las botellas de alcohol y los productos de limpieza del almacén, algunas cosas que consiguió en la cocina del burdel y su despertador consiguió, siguiendo las instrucciones, construir aquella bomba casera en tan solo un par de horas.
Todo estaba listo para llevar a cabo el plan.
Esmeralda estaba en el baño de abajo, llenándolo todo de alcohol usando la ropa de Sasha para avivar el fuego, se encontraba arrancando las puertas de los urinarios aun cuando se dio cuenta de que le quedaban dos minutos para iniciar el fuego.
Sasha se encontraba en el pasillo, oculta tras una columna, esperando el cambio de turno.
Llevaba consigo una mochila con el explosivo y una cuerda.
David se encontraba en un coche alquilado, junto al local, debajo de la ventana por la que debía escaparse Sasha, con el motor en marcha preparado para huir a toda velocidad en cuanto Sasha se montase.
La única ropa que había conseguido para Sasha con las prisas era una vieja gabardina suya de color gris, algo raída y estropeada.
La operación dio comienzo.
Sasha esperaba la señal mientras Esmeralda inició el incendio, usando todo el papel del baño y las botellas de alcohol que tenía. Todo el baño comenzó a arder rápidamente.
Se giró hacia la puerta para salir, al intentar abrirla un sudor frío le recorrió la espalda, la puerta estaba atascada. El humo empezó a extenderse y Esmeralda comenzó a toser, le entró un ataque de histeria, pero justo antes de gritar se paró a pensar en todo. ¿Qué iba a hacer cuando saliese de aquel baño? Probablemente averiguarían que fue ella quien provoco el incendio y la matarían o algo peor, y era lo peor y no al muerte lo que más temía. Su hermana estaba muerta y en el fondo se culpaba a si mismo de lo que ocurrió, Sasha se iba a escapar y disfrutaría de una buena vida, Sasha se lo merecía.
Sin embargo no pudo evitar pensar que merecía la pena seguir viviendo ya que lo había perdido todo, atrancó la puerta con lo que encontró más a mano, las puertas de las tazas de los bateres, se apoyó contra la pared y cogió una de las botellas de absenta que quedaban sin abrir.
Bebió observando como el fuego crecía y crecía ante sus ojos, notaba el calor sofocante de las llamaradas y el olor a humo en el ambiente. Mientras bebía miró al techo, con una sonrisa decorando su cara y un último pensamiento a su mejor amiga.

—Buena suerte… Sasha dijo mirando al techo que comenzaba a ver borroso.

La alarma de incendios sonó, justo en el momento del cambio de turno. Era la oportunidad de Sasha, corrió todo lo que pudo y abrió la puerta del despacho cargando contra ella.
Ella no sabía que Esmeralda ahora mismo se encontraba rodeada de llamas, no sabía que no la volvería a ver y pensaba que ya se habría puesto a salvo con los demás.
Una vez en el despacho cerró las puertas y las atrancó con unas sillas.
Ató la improvisada cuerda a un soporte de la pared y abrió la ventana, lanzo la cuerda por la misma, preparando su vía de escape.
David, sentado en el coche, estaba atemorizado mientras un sudor frío le recorría la espalda. El miedo le apretaba el corazón, estaba preocupado y el humo comenzaba a salir de la planta baja del edificio. Los bomberos y las autoridades no tardarían mucho en llegar y eso podría poner en peligro todo el plan
Sasha tenía que salir de allí lo más pronto posible. Se dirigió al escritorio, rebuscando entre los cajones pero estaban vacíos todos. Entonces recordó que Giovanni guardo aquellos papeles en el cajón con cerradura.
Busco por la habitación algo que le sirviese de palanca, finalmente uso una vara de acero que estaba junto a la chimenea.
Forzó el cajón y cuando lo consiguió abrir solo pudo maldecir por lo bajo.
Los papeles no estaban.
Sasha continuó con la segunda parte del plan, colocó tras el escritorio la bomba casera que había construido siguiendo las indicaciones que había escrito la hermana de Esmeralda, activando la alarma del despertador para que explotase en un minuto.
Las puertas se abrieron de par en par con un sonoro estruendo, dos de los hombres de Giovanni habían cargado contra las puertas con todas sus fuerzas y las sillas usadas para atrancar las puertas salieron despedidas.
Giovanni pasó entre ambos hombres, miró a Sasha detenidamente mientras la apuntaba con una pistola.
─¿Qué demonios haces aquí, niña? ¿Qué estás buscando en mi escritorio?
Los papeles que te meterán en cárcel, imbécil. le espetó ella
─¿Papeles? preguntó Giovanni confuso Ah… Entiendo. Creías que yo, el jefe de todo este puto burdel tenía unos papeles… una especie de informe que me culpabilizaba de toda la trata de blancas y la prostitución de este lugar. Solo eran facturas de la luz, estúpida, esos si que son unos putos mafiosos. ¿Qué crees que vas a conseguir con todo esto? ¿Ir a la policía y contarles todo lo que pasa aquí? ¿Crees de verdad que no lo saben, estúpida puta? Tengo a la policía comprada, todo lo que ocurre aquí y en esta ciudad esta bajo mi control. No tienes escapatoria, perra.
—Maldito… —masculló Sasha
—Sabes lo que va a ocurrir ahora, ¿no? ¿O es necesario que te lo explique? Estúpida puta… –se mofaba  Giovanni
—Desgraciado…
—Me siento realmente decepcionado Sasha… Siempre has sido muy obediente, nunca hacías nada que me contrariase… ¿Qué ha pasado Sasha?
—Que he despertado, hijo de puta.
—Sabes… no fue buena idea dejar aquel cuaderno en tu habitación a la vista de cualquiera… Menos mal que la otra puta novata ya está muerta, era más lista de lo que parecía la muy…
—No te atrevas a nombrarla si quiera…
—¿Por qué? ¿Qué vas a hacerme Sasha? Estas rodeada. Has perdido, asúmelo. –la realidad de sus palabras golpearon a Sasha.
Sasha había perdido. No había escapatoria. Su muerte era inminente.
Varios pensamientos vinieron a la mente a Sasha, se dio cuenta de que ella nunca había saboreado la libertad y de cuanto la ansiaba.
Siempre había sido esclava de sus miedos, de la sociedad, de su padre, de Giovanni, del sexo… Sasha había sido esclava de su propia mente durante toda su vida.
Se acercó a la ventana lentamente.
Nunca he decidido nada sobre mi vida, siempre he sido controlada… pensó Sasha Pero esta vez no, esta vez decidiré al menos una cosa: cuando morir.
Esos iban a ser los últimos pensamientos de Sasha cuando Jack apareció por detrás de los sicarios de Giovanni, disparo a uno en la pierna y forcejeo con el otro.
Giovanni se giró rápidamente para ver que estaba ocurriendo.
—¿Pero qué haces desgraciado? –gritó Giovanni sorprendido
—¡Escapa Sasha! –gritó Jack— Esme me lo contó todo. ¡HUYE!
Giovanni disparó a Jack en el pecho.
Sasha se sintió congelada por unos segundos, pero reaccionó a tiempo. No podía perder aquella oportunidad, lo más probable es que si Jack no estaba muerto, lo matasen dentro de muy poco. No iba a desperdiciar la oportunidad que le había brindado su amigo sacrificándose por ella.
Debía hacer algo y debía hacerlo ya.
Debía huir.
Debía ser libre.
Sasha agarró la cuerda y se descolgó por la ventana.
—Sonríe cerdo, será lo último que hagas.
dijo Sasha mientras se descolgaba de la cuerda por la ventana
Giovanni corrió hacia la ventana, sacó una navaja de su bolsillo y comenzó a cortar la cuerda, sin percatarse del explosivo casero a punto de estallar bajo su escritorio. Cuando consiguió cortar la cuerda Sasha cayó desde la altura del primer piso, sin hacerse mucho daño, dándose de bruces contra el frío asfalto de la carretera. Se levantó buscando con la mirada a David y cuando lo encontró salió corriendo hacia el coche donde estaba, mientras un hilo de sangre le corría desde la comisura de los labios hasta la barbilla, goteando.
—¡ATRAPADLA! –gritaba Giovanni a sus hombres— ¡TRAEDMELA VIVA! La quiero matar yo con mis propias manos a esa jodida puta… ¡ESTAS MUERTA SASHA! ¿ME OYES? ¡MU—ER—TA!



Sasha entró en el coche que alquiló David, cerrando la puerta de un portazo
—¡Corre, vámonos! –le apremio Sasha a David
—¿Qué ha pasado?
—Se ha descontrolado un poco la cosa…
—¿Y los papeles? Toma la gabardina –David aceleró
—No he podido cogerlos… Pero no pasa nada, huyamos. Me iré de la ciudad o algo así... –Sasha estaba hiperventilando, el miedo le recorría cada centímetro de su cuerpo. Se puso la gabardina.
Tras ellos se escuchó una enorme explosión. El explosivo estalló, volando por los aires el despacho y a Giovanni con él.
Mientras conducían a toda velocidad, Sasha no podía evitar mirar pasmada todo lo que la rodeaba. Esta maravillada de aquella ciudad bañada sutilmente por las luces del sol que comenzaba a despertar, todos esos edificios brillantes que solo podía ver desde la ventana de su habitación ahora le parecían mucho más grandes, enormes, como titanes de acero y cristal.
Jamás pensó que podría estar tan cerca de la libertad como en aquel momento.
Bajó el cristal del coche y sacó el brazo, sintiendo el frío viento acariciando su piel. Escuchó un disparo e instintivamente se agachó. Al incorporarse para ver que estaba ocurriendo vio la cara de preocupación que tenía David. Se giró mirando por la ventana trasera y vio cinco coches negros persiguiéndolos.
Eran los hombres de Giovanni.
Les estaban disparando, una bala impactó contra el espejo izquierdo del coche haciéndolo saltar en pedazos.
Sasha chilló de puro terror, nunca había sentido su vida peligrar tanto como en aquel momento.
David aceleró y comenzó a zigzaguear entre las calles hasta que pareció que los habían despistado.
—Relájate… Parece que los hemos perdido.
—Encontraron el cuaderno… Ya sabían lo que iba a hacer y me estaban esperando.
—Putos mafiosos… ¿Y qué pasa con tu amiga? La hermana de la que escribió ese cuaderno…
—En realidad Esmeralda es un hombre… A ver, es travesti… Es un poco... raro
—Entonces… ¿estará bien tu amiga?
—No te preocupes por ella… por él. Se las arreglará para salir ilesa, siempre lo hace.
Sasha no pudo evitar sonreír al hablar de su amiga, la mejor persona que jamás había conocido.
—Espera, espera. ¿Esmeralda es un travesti? —preguntó David alarmado al darse cuenta de lo que acababa de oír.
—Si… —dijo Sasha extrañada
—Que hijos de puta…
—¿Quiénes? ¿De qué hablas?
—Cuando mis compañeros de trabajo me dijeron de ir a este puticlub me dijeron que buscase a una tal Esmeralda… Pero al final en el último momento, no logré recordar que nombre me dijeron y ocurrió lo que debía ocurrir…
—¿Y qué ocurrió?
—Que te vi…
—Idiota… —masculló Sasha sonrojada mientras el corazón se le aceleraba.
—Entonces… ¿Esmeralda se encontrará bien, no?
—Sí, seguro… —en realidad Sasha estaba algo preocupada. Lo que no sabía era que Esmeralda ya estaba muerta mientras ellos hablaban de ella como si mañana fueran a volver a verla pero eso nunca ocurrirá.
—Bueno… si tú lo dices… concentrémonos en huir. –dijo David mientras aumentaba la velocidad
—David…
—¿Si?
—Tengo miedo…
—No temas… —los cinco coches de los sicarios de Giovanni aparecieron por una esquina pisándoles los talones mientras les disparaban, a David le cambó al cara totalmente— Vale, olvídate de lo que he dicho. ¡Es momento de tener miedo!
—¿Qué hacemos David?— chillaba Sasha
—No lo sé…
—¡David no ayudas!
—¡Lo siento joder! ¡No me concentro cuando un puñado coches llenos de mafiosos me están disparando mientras conduzco!
—¡Trata de despistarlos o algo!
—Probemos suerte con el puente, quizás allí les podamos dar esquinazo esta vez.

Las balas seguían rozándoles e impactando en el coche. El cristal de atrás se hizo añicos al igual que la luna delantera.
Mientras cruzaban el puente a toda velocidad una bala impacto con una de las ruedas, haciendo que el coche derrapase. David no lo controló y el coche se estampo contra la barandilla del puente, dejando parte del coche fuera de la carretera, oscilando en el vacío. Sasha y David bajaron del coche justo a tiempo, ya que el propio peso de motor hizo que, tras balancearse brevemente, cayese al río. Ambos jóvenes trataron de correr para huir pero cuando quisieron darse cuenta los mafiosos los tenían acorralados contra la barandilla rota del puente.
Delante de ellos estaban los matones de Giovanni apuntándoles.
Detrás de ellos el río, una leve oportunidad de escapar… si no les disparaban antes o sufrían una hipotermia por culpa del frío.
Estaban rodeados y sin saber qué hacer.
—David, esto es el final…
—No Sasha… Este no es el final. No para ti
David se interpuso entre todos aquellos hombres armados y Sasha.
─¡Eh, imbécil! ¡Entrega a la chica! gritó uno de los mafiosos.
─¡Pero si Giovanni a muerte, joder! ¿Por qué seguís sus órdenes? contestó David, también gritando.
Los mafiosos se rieron de ellos exagerando las carcajadas.
─¿De verdad creéis que Giovanni es el cerebro de toda la organización? Esto va mucho más allá, idiotas.
David les miró desafiantes, extendiendo sus brazos para ocultar a Sasha todo lo posible con su cuerpo.
—Entrega a la chica. ¡No pienso repetirlo! –gritó el hombre más corpulento de todos.
—¡Por encima de mi cadáver! –gritó David.
Se giró hacia Sasha y la agarró con fuerza. Aquel instante debería haber sido eterno, debería haberse congelado el tiempo. En una fracción de segundo Sasha imaginó toda una vida junto a David.
“Nunca te enamores Sasha” le decía Jack siempre.
Pero, ¿de verdad era tan malo que se enamorara?
¿Cómo podía estar mal enamorarse de David, si cuando ella le tocaba no necesitaba lavarse las manos, si sus labios no le repugnaban al besarlos?
David no era un chico agraciado, pero ¿y qué?
¿Realmente eso importaba? ¿Acaso el amor, un sentimiento más antiguo que la sociedad, debía regirse por los cánones de belleza impuestos por personas vacías?
A Sasha lo único que le importaba era que aquel hombre le daba sentido a los latidos de su corazón. Podrían haber sido felices. Vivir juntos. Tener hijos, una familia. Tener una vida.
Porque lo que Sasha había conocido desde que falleció su madre no era vida, eso no podía serlo, Sasha se negaba a creerlo.
La vida no podía ser solo un camino empedrado de miseria, dolor y miedo.
La vida debía ser una collage de sonrisas y momentos felices.
Y ella había conocido la sonrisa que provoca un corazón contento gracias a David.
Por su parte David solo podía pensar que Sasha era preciosa, una belleza de valor incalculable. Iba a morir por ella pero no le importaba, sentía que era lo correcto, que debía hacerlo.
Pensó en Sasha.
“ Al menos no me voy de este mundo sin haber conocido a un ángel...”
—Vive – fue lo único que dijo David mientras la besaba con ternura en los labios, un beso breve pero tan intenso como sincero, y la empujó hacia el borde del puente, cayendo hacia las heladas aguas del río.
Pero no era todo lo que quería decirle. Él quería decirle más. Mucho más.
Una lluvia de balas atravesaron el cuerpo de David, pero él sonreía, había salvado a la chica que amaba con todo su corazón.
Mientras Sasha se precipitaba hacia el agua helada las lágrimas brotaron de sus ojos por primera vez en muchos años. Aquellas eran lágrimas de dolor, de miedo, de libertad, de amor, de llanto y de sentimientos que jamás podrán ser descritos con palabras.
Aquellas eran las lágrimas de Sasha.

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