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domingo, 1 de abril de 2018

Las Lágrimas de Sasha - Capítulo Ocho

Christina seguía planeando como escapar de aquel lugar, esta vez no lo tendría tan fácil. Había más seguridad, el dinero lo movía constantemente a otro lugar, con mayor seguridad probablemente.
Pero si Sasha tenía razón y guardaba algo que le llegase a incriminar en el despacho, Christina lo entregaría a la policía, con suerte la policía decidiría acabar con aquella mafia… si esta no lo tuvieran comprados.
Llamaron a su puerta, Christina dio permiso para que entrara y como supuso se trataba de Sasha, seguramente querría volver a hablar de su hermano.

—Hola, Christina… Venía a hablarte de…
—De mi hermano, ¿no? –interrumpió Christina.
—Si…
—Ya te expliqué que no quiero saber nada de él, ojala se muriera…
—No digas eso, Christina. Veras tu hermano es una buena persona, puede que os traicionara, puede que lo hiciera mal… Pero todos nos merecemos una segunda oportunidad, ¿no crees?
—¿Una segunda oportunidad para qué? ¿Para qué me vuelva a pegar una puñalada por la espalda?
—Escúchame Christina. Creo sinceramente que tu hermano se merece que le vuelvas a hablar, que le perdones. Es más, creo que si me dejaras contarte todas las veces que me ha ayudado, todas las veces que me ha salvado el pellejo… Creo que si le dejaras disculparse, podríais empezar de nuevo…
—Vale, yo escuchare tus batallitas con mi hermano. Pero a cambio me tienes que hacer un favor.
—¡Por supuesto!
—Tienes que averiguar si el jefe de este sitio sale alguna vez de su despacho.
—¿Para qué quieres saber eso…?
—Para poder entrar, robar esos papeles que me comentaste e intentar hundir este jodido infierno.
—…Esta bien, lo hare.
—Genial… Soy todo oídos, cuéntame lo que quieras.

Sasha se sentó junto a ella en la cama, comenzó a relatarle como llegó a aquel sitio por primera vez y como su hermano la defendió desde el primer momento. De todos los momentos divertidos que había pasado con él, de las veces que hablaban de lo que harían si pudieran salir de allí, de viajar lejos.
Le contó todas esas noches de champagne, risas, cotilleos, anécdotas y confesiones.
Como aquella vez que un cliente comenzó a golpearla por no dejarse sodomizar y Esmeralda entró al tropel en la habitación y sacó a aquel viejo verde a empujones, arañazos, patadas y mordiscos de allí. Le contó todos los momentos buenos y los malos.
Christina estaba emocionada con todo lo que le había contado, el hermano que ella había conocido era una persona egoísta que jamás ayudaría a nadie. Pero ella no era la única que había sufrido, se veía que su hermano también lo había pasado mal y que había cambiado, para bien.
—Vaya, mi hermano no es… como lo recordaba…
—Ya te lo dije, es una gran persona.
—Bueno, pero aún me tiene que demostrar que no es un cobarde. Si tiene lo que hay que tener, vendrá después del siguiente turno a disculparse.
—¡Iré ahora mismo a decírselo! –dijo alegremente Sasha
Se despidieron con una sonrisa y Christina se preparó para el siguiente cliente.
Sasha fue corriendo a buscar a Esmeralda, pero llegó demasiado tarde, justo estaba entrando en su habitación con un cliente.
—¡Mierda! –masculló Sasha.
Esperó en la puerta de la habitación de Esmeralda por más de una hora, una hora que se le hizo eterna, ansiosa por contarle que Christina estaba dispuesta a perdonarle.
Podría irrumpir en la habitación de Esmeralda para decírselo, pero no le apetecía repetir aquella experiencia que aun persistía en sus recuerdos con insistencia.
Sasha no recordaba la última vez que había estado tan contenta, desde luego su vocación era ayudar a los demás, sentía una sensación muy agradable y cálida en su interior, se sentía bien.
Cuando finalmente el cliente salió de la habitación y tras él Esmeralda, Sasha la abordó rápidamente con una gran sonrisa en su rostro.
—¡Esme!
—¿Qué te ocurre amor? Se te ve muy acelerada
—Christina ha decidido perdonarte si vas a verla y le pides perdón
—Pero eso es… —los ojos de Esmeralda se iluminaron de felicidad— ¡Eso es genial! ¡Vayamos ahora mismo!
De camino a la habitación se cruzaron con otras dos chicas que cuchicheaban con cara de preocupación, Esmeralda iba a ignorarlas pero escucho que nombraban a su hermana. Se giró rápidamente y llamó a las chicas.

—¡Eh! ¡Vosotras dos! ¿Qué decíais de mi hermana?
—¿La nueva es tu hermana? —dijo una de ellas
—Si, ¿Qué pasa?
—No te va a gustar oír esto pero… esta con aquel viejo verde… ¿Cómo se llamaba? El que le gusta tanto dar por el culo…
—¿Don Javier? –interrumpió Sasha con una cara mezcla de preocupación y rabia
—¡Ese, ese! El mismo que te pegó hace ya tiempo Sasha…

La cara de preocupación de Sasha y Esmeralda fue creciendo conforme se acercaban a la habitación de Christina. Al abrir la puerta de la habitación, la escena que vieron causó que Esmeralda cayese de rodillas con un amargo gesto, como una mueca a punto de romper a llorar, dibujado en su rostro.
Pero no lloró.
Solo se quedó mirando a aquel hombre, desnudo, de pie junto al cuerpo inerte de su hermana en una postura grotesca, mirando a la puerta con sus ojos vacíos y un hilo de sangre recorriendo su rostro desde el oído.

—No… ¡no es lo que parece! se excusaba aquel viejo claramente borracho— Yo no quería… Ella no se dejaba dar por atrás… la empujé, todo pasó muy rápido… ¡FUE CULPA SUYA!
—Hijo…de…puta… —fue lo único que alcanzo a articular Esmeralda antes de levantarse y echarse al cuello de aquel tipo sin parar de gritar, golpear y embestir su cara contra el suelo. Casi deja inconsciente a aquel hombre de no ser porque los hombres de Giovanni la apartaron y se llevaron a aquel tipo de allí a rastras.
Minutos antes de que Sasha y Esmeralda encontraran el cuerpo inerte de Christina, ella se encontraba con aquel cliente, Javier, ambos estaban terminando los preliminares cuando aquel viejo verde comenzó a insistirle para practicar la sodomía.

—Lo siento caballero, usted ha pagado el servicio mínimo –se defendía Christina mientras se acercaba a la puerta disimuladamente
—Venga, niña, no me hagas perder el tiempo. Si yo te pido algo, lo haces, y punto –aquel hombre apestaba a alcohol.
—No puede ser señor, hay unas normas que deben cumplirse y…
—Y te callas, ahora mismo te pones en la cama y me dejas darte por el cu…
—¡Que no joder! –explotó finalmente Christina abofeteando la cara del cliente
—No sabes lo que acabas de hacer, puta… —Javier se acariciaba el rostro golpeado

Se le echó encima pero Christina consiguió esquivarlo la primera vez, a la segunda vez consiguió agarrarla.
Forcejearon durante un largo rato, Christina le arañó, le mordió e intentó todo lo que se le ocurría.
Él la empujo y ella cayó golpeándose en la nuca contra la mesita de noche.
Christina algo aturdida trató de incorporarse, pero aquel hombre borracho en una explosión de rabia pateó la cabeza de Christina.
Para Christina todo se apagó, no volvió a moverse, y con los ojos aun abierto se quedó en aquella posición para que poco tiempo después su hermano, Esmeralda, abriese la puerta.
Javier se encontraba en estado de shock, no sabía qué hacer ni dónde meterse, había matado a una de las putas de Giovanni… ese era su fin.
Cuando los hombres trajeados se llevaron a rastras a Javier, después de haber sido golpeado por Esmeralda, lo metieron en una habitación en el sótano, aun desnudo.
Paso un tiempo a oscuras, atado a una silla. Hasta que alguien apareció.
Se encendieron las luces.
Era Giovanni.

—Oh dios… Es usted Don Giovanni… le juro que lo siento mucho, de verdad, no era mi intención, yo…
─¿Sabes cuánto me cuesta a mi, cada mes, conseguir y mantener a estas chicas? ¿Lo sabes?
No, yo… señor…
Claro que no lo sabes, no tienes ni puta idea, porque eres un jodido tirado. Has dañado mi propiedad, ¿lo entiendes? ¿Voy yo a tu casa y le pateo el cráneo a tu perro? Giovanni estaba comenzando a alterarse, y las venas del cuello y la sien palpitaban de tal manera que se podían ver a simple vista.
Yo, señor, yo… hare lo que sea de verdad, hare lo que sea para compensarle…
A Giovanni no le apetecía escuchar la retahíla de excusas que iba a soltar aquel hombre así que hizo un rápido gesto con la mano y uno de sus sicarios saco una pistola, se la puso en la boca al viejo verde y apretó el gatillo.
La pared se manchó de sangre y sesos humanos.

—Que alguien limpie este estropicio… Este hijo de la gran puta me ha costado mucho dinero… —Giovanni se retiró.

Esmeralda no salió de su habitación en los siguientes días, no dejaba que nadie entrase, y Sasha estaba terriblemente preocupada. Casi pudo escuchar como el corazón de Esmeralda se hacía añicos al ver el cadáver de su hermana.
Sasha tampoco se comportaba como de costumbre, la perdida de Christina le afectó. Los siguientes días se sintió apagada, como fuera de este mundo.
Desconectada.
Y eso lo noto David, que desde aquella vez que le dio la tarjeta iba a tomarse algo a aquel local solo para poder ver a Sasha y a veces, con suerte poder hablar con ella.
Una de aquellas noches en las que David estaba sentado en la barra tomándose una jarra de cerveza, pensando en que hacer para que Sasha se fijase en él. Si solo pudiera sacarla de allí…
Sasha se sentó junto a él, al igual que el en los días anteriores estaba taciturna, lúgubre, cuando trataba de sonreír solo se acercaba a una mueca hueca.
Finalmente David respiró hondo y le preguntó qué le ocurría.

—Una chica ha muerto.
—Joder… Lo siento…
—Era la hermana de mi mejor amiga… Y ella ahora esta… destrozada. Un cliente la mató… Ya nada puede hacerse… Y aquel hombre seguramente este en su casa ahora mismo, con su mujer y sus hijos sin sentir el más mínimo remordimiento. A ella la enterraron a la orilla del río…
—Vaya… No sé qué decirte… ¿Puedo hacer algo para… reconfortarte?

Sasha le abrazó con fuerza, un gesto que a David le cogió por sorpresa y durante unos instantes no supo cómo reaccionar hasta que finalmente él también la abrazó, notaba su calidez. Notaba su cuerpo contra el suyo, y solo les separaban unas telas que con gusto arrancaría.
Sasha se apartó bruscamente algo sonrojada.

—Perdón… —dijo él
—No es nada… —dijo ella— ¿Sabes que es lo más triste?
—No…
—Que Christina, la chica que ha muerto. Iba a escaparse… Quería escaparse. Tenía el coraje para hacerlo, si ella se hubiera escapado… Quizás ahora todas estaríamos todas a salvo. Lo tenia todo calculado, planeado en su… cuaderno. ¡El cuaderno! ¡Eso es!
—¿Qué? —David no entendía nada
—Christina tenía un plan, y ya se había escapado antes de otro sitio como este. Había estado días observando la seguridad del despacho del jefe. Y lo apuntaba todo en su cuaderno que está debajo del colchón
—Vaya eso está… bien, ¿no?
—¡Eso es perfecto! David… Me voy, es hora de que sea valiente de una puta vez.
—A—adiós… —se despidió David sin comprender del todo lo que ocurría. Parecía que Sasha se iba a escapar de allí. Pero, ¿qué tenía que ver eso con el despacho del jefe de aquel antro?

Sasha se marchó a toda prisa a la habitación de la fallecida Christina.
No había tiempo que perder.

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